(Paso de los Toros, 1920 - Montevideo, 2009) Escritor
uruguayo. Mario Benedetti fue un destacado poeta, novelista, dramaturgo,
cuentista y crítico, y, junto con Juan Carlos Onetti, la figura más relevante
de la literatura uruguaya de la segunda mitad del siglo XX y uno de los grandes
nombres del Boom de la literatura hispanoamericana. Cultivador de todos los
géneros, su obra es tan prolífica como popular; novelas suyas como La tregua
(1960) o Gracias por el fuego (1965) fueron adaptadas para la gran pantalla, y
diversos cantantes contribuyeron a difundir su poesía musicando sus versos.
Mario Benedetti
Mario Benedetti trabajó en múltiples oficios antes de 1945,
año en que inició su actividad de periodista en La Mañana, El Diario, Tribuna
Popular y el semanario Marcha, entre otros. En la obra de Mario Benedetti
pueden diferenciarse al menos dos periodos marcados por sus circunstancias
vitales, así como por los cambios sociales y políticos de Uruguay y el resto de
América Latina. En el primero, Benedetti desarrolló una literatura realista de
escasa experimentación formal, sobre el tema de la burocracia pública, a la
cual él mismo pertenecía, y el espíritu pequeño-burgués que la anima.
El gran éxito de sus libros poéticos y narrativos, desde los
versos de Poemas de la oficina (1956) hasta los cuentos sobre la vida
funcionarial de Montevideanos (1959), se debió al reconocimiento de los
lectores en el retrato social y en la crítica, en gran medida de índole ética,
que el escritor formulaba. Esta actitud tuvo como resultado un ensayo ácido y
polémico: El país de la cola de paja (1960), y su consolidación literaria en
dos novelas importantes: La tregua (1960), historia amorosa de fin trágico
entre dos oficinistas, y Gracias por el fuego (1965), que constituye una
crítica más amplia de la sociedad nacional, con la denuncia de la corrupción
del periodismo como aparato de poder.
En el segundo periodo de este autor, sus obras se hicieron
eco de la angustia y la esperanza de amplios sectores sociales por encontrar
salidas socialistas a una América Latina subyugada por represiones militares.
Durante más de diez años, Mario Benedetti vivió en Cuba, Perú y España como
consecuencia de esta represión. Su literatura se hizo formalmente más audaz.
Escribió una novela en verso, El cumpleaños de Juan Ángel (1971), así como
cuentos fantásticos como los de La muerte y otras sorpresas (1968). Trató el
tema del exilio en la novela Primavera con una esquina rota (1982) y se basó en
su infancia y juventud para la novela autobiográfica La borra del café (1993).
En su obra poética se vieron igualmente reflejadas las
circunstancias políticas y vivenciales del exilio uruguayo y el regreso a casa:
La casa y el ladrillo (1977), Vientos del exilio (1982), Geografías (1984) y
Las soledades de Babel (1991). En teatro, Mario Benedetti denunció la
institución de la tortura con Pedro y el capitán (1979), y en el ensayo comentó
diversos aspectos de la literatura contemporánea en libros como Crítica
cómplice (1988). Reflexionó sobre problemas culturales y políticos en El
desexilio y otras conjeturas (1984), obra que recoge su labor periodística
desplegada en Madrid.
También en esos años recopiló sus numerosos relatos breves,
reordenándolos, en la colección Cuentos completos (1986), que sería ampliada en
1994. Junto a la solidez de su estructura literaria, debe destacarse como rasgo
esencial de los relatos de Benedetti la presencia de un elemento impalpable, no
formulado explícitamente, pero que adquiere en sus textos el carácter de una
potente irradiación de ondas telúricas que recorre a los protagonistas de sus
historias, para ser transmitida por ellos mismos (casi sin intervención del
autor, podría decirse) directamente al lector. La predilección por este género
y la pericia que mostró en él emparenta a Mario Benedetti con los grandes
autores del Boom de la literatura hispanoamericana, y especialmente con los maestros
del relato corto: Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
En 1997 publicó la novela Andamios, de marcado signo
autobiográfico, en la que da cuenta de las impresiones que siente un escritor
uruguayo cuando, tras muchos años de exilio, regresa a su país. En 1998 regresó
a la poesía con La vida, ese paréntesis, y en el mes de mayo del año siguiente
obtuvo el VIII Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía. En 1999 publicó el
séptimo de sus libros de relatos, Buzón de tiempo, integrado por treinta textos.
Ese mismo año vio la luz su Rincón de haikus, clara muestra de su dominio de
este género poético japonés de signo minimalista, tras entrar en contacto con
él años atrás gracias a Cortázar.
En marzo de 2001 recibió el Premio Iberoamericano José Martí
en reconocimiento a toda su obra; ese mismo año publicó El mundo en que respiro
(poemas) y dos años más tarde presentó un nuevo libro de relatos: El porvenir
de mi pasado (2003). Al año siguiente publicó Memoria y esperanza, una
recopilación de poemas, reflexiones y fotografías que resumen las cavilaciones
del autor sobre la juventud. También en 2004 se publicó en Argentina el libro
de poemas Defensa propia.
Ese mismo año fue investido doctor honoris causa por la
Universidad de la República del Uruguay; durante la ceremonia de investidura
recibió un calurosísimo homenaje de sus compatriotas. En 2005 fue galardonado
con el Premio Internacional Menéndez Pelayo. Sus últimos trabajos fueron los
poemarios Canciones del que no canta (2006) y Testigo de uno mismo (2008), el
ensayo Vivir adrede (2007) y el drama El viaje de salida (2008).
El Otro Yo [Cuento. Texto completo] Mario Benedetti Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo. Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado. Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó. Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable». El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo. |